Zador Fine Bar, los jabones artesanales de lujo que lograrán recuperar un gesto muy tradicional
Si apelamos a la nostalgia, las barras de jabón artesanales, con su capa de espuma ajada sobre la pila, dejando patente la función para la que fueron concebidas, de aroma a lavanda o a simple sosa cáustica, son uno de los recuerdos guardados en la memoria con más añoranza. Los geles líquidos modernos las defenestraron, hasta que una nueva ola de morriña las rescató del pasado para envolverlas en finos papeles ilustrados y las puso de nuevo en nuestras manos como la mejor alternativa para la salud y disfrute de la piel.
Un ejemplo es Zador, un lujoso proyecto que recoge el carácter de las tierras altas de Balaton (Hungría) y la riqueza del Lago Héviz (Zala, Hungría), la fuente termal más grande de Europa con gran poder curativo gracias a su elevado contenido mineral por sus características geológicas únicas. De este lecho de unos 6-8 metros surge un fango medicinal de origen vegetal, biológicamente activo, que se alimenta de diversos manantiales, por ello tiene una composición única de minerales y gases (azufre, calcio, magnesio, cobre, zinc, selenio, carbonato de hidrógeno, ácidos fúlvico y húmico…) que promueven el intercambio celular, detoxifican, impulsan la producción de colágeno, reducen la inflamación y maximizan el suministro de nutrientes y oxígeno haciendo a la piel más resistente y jugosa.
La riqueza de los jabones de Zador está en su base, una exquisita mezcla de aceites vegetales naturales y extractos de plantas, vitamina E, manteca de Karité orgánica y el agua termal de Hévitz, rica en minerales y azufre biodisponible (esencial para la salud y belleza de la piel y cabello), pero también su avanzada tecnología denominada “de triple molido”, rescatada de las fábricas tradicionales de jabón francés del siglo XVIII. Con este tipo de proceso de producción, los rodillos de acero presionan el jabón, comprimiéndolo y refinándolo de forma manual varias veces y, en consecuencia, los diversos ingredientes que componen la fórmula se distribuyen de manera homogénea y uniforme, dando como resultado un jabón de extraordinaria calidad.
Los aromas tampoco se quedan atrás, como el de Fig-Pear, que rezuma la esencia cálida, cremosa y sensual de las tardes mediterráneas; Rose hace honor a la reina de las flores, delicada y entrañable; Lavender-Verbena, para los más clásicos, calma los sentidos y es una elección perfecta para erradicar el insomnio; Almond-Clementine, no solo deja un toque cremoso en la piel de efecto duradero, sino que nutre en profundidad y suaviza; Cocoa, inspirado en el grano de cacao tropical del Amazonas, rico en antioxidantes que previenen el envejecimiento prematuro; o Pure, para las pieles más delicadas, sin aromas ni sustancias alergénicas. Son muchas las razones que nos empujan a recuperar el ancestral gesto de lavarse con pastilla de jabón, en una época en la que las circunstancias nos han hecho sobrevalorar la higiene, por un motivo de peso: las moléculas de jabón sólido actúan como un imán atrapando suciedad y bacterias.
Pero no solo eso, es menos agresivo que muchas de las fórmulas actuales de limpiadores en gel, sus ingredientes nutritivos (aceites vegetales, vitaminas, minerales…) son beneficiosos para la piel, crea temporalmente un ambiente alcalino adverso impidiendo que ciertos patógenos puedan vivir ya que se alteran las membranas de las bacterias y las paredes celulares de los hongos, creando en general un ambiente hostil para los microorganismos. En el caso de los virus, el jabón sólido hace posible que no se quede adherido a la piel de las manos, reduciendo así el riesgo de infección por contacto. Algo que también hacen los limpiadores antibacterianos sí, pero ¿cuál es la diferencia? Las fórmulas antibacterianas son tenaces con los gérmenes, pero también se están llevando por delante otra barrera de defensa esencial para protegernos: nuestra flora bacteriana, haciéndonos más vulnerables a los contagios. El jabón sólido es menos agresivo, realiza la misma función y, por si fuera poco, sus aromas naturales nos calman y nos regalan unos instantes de auto-indulgencia.